miércoles, 25 de marzo de 2015

Zaragoitones

No sé por qué fuimos a Zaragoza. O sí: mi amiga Toñi quería hacer un viaje con su novio y yo era la carabina perfecta, porque podíamos hacer noche en casa de mis padres de camino a la capital maña.

Fue por 1994 y haciendo memoria resulta que no tengo el sentimiento de que Toñi y yo fuésemos tan amigas. Apenas teníamos nada qué ver la una con la otra, y sin embargo me prestó consejo y vestidos para eventos más formales de lo que yo estaba acostumbrada. ¿De qué hablamos esos dos días? No sé, ni sé si me hubiese vuelto a acordar nunca si no llega a ser porque me he encontrado una foto de la parada en Medinaceli a tomar café con milhojas de mantequilla de Soria, u otra en la que me niegan la entrada en El Pilar por llevar un pantalón demasiado corto (reconozcámoslo: poco más que unas bragas largas), o ésta hecha encima de no sé cuala muralla. Quizá la romana. Sí recuerdo que tuve que retrepar, o sea hacer el cabra.

Quizá la foto es mejor de lo que fue el viaje en sí. No importa.

Guardo las calzas (aunque no las uso), los rosarios (aunque ya no necesito polemizar con los católicos practicantes) y los mitones, que sólo saco del cajón en ocasiones contadas: la última hace poco en Zaragoza, me ha hecho gracia la coincidencia. Quizá tenga que llamarlos "zaragoitones".

He retrepado en mi vida más murallas pero si volví a hacer un viaje que no me terminaba de apetecer, no lo recuerdo. Quizá porque fui más lista y no hice fotos.
Aleluya.


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